Seguidores -

jueves, 16 de septiembre de 2010

-

Aveses me pregunto porqué no nos encontramos si estamos tan cerca..
Y aveses me pregunto porqué no nos entendemos si hablamos la misma lengua.
Son esas preguntas que, aunque muera buscando no voy a encontrar la respuesta.
Son esas preguntas que, sé muy bien, no me vas a responder..
Te vas lo sé, y no volverás lo supe ayer al mirarte a los ojos, hoy desperté, y la soledad, se sentó a mis pies y me habló de nosotros..
Imaginando que vuelves conmigo y que, te quedarás un poco mas, salgo a buscarte un triste domingo pero estoy sola en la cuidad, sin encontrar tu mirada,sin encontrar tus palabras..

Todo depende.

Ver siempre lo que querés ver es una forma de ceguera.
Si dos personas pueden tener una verdad diferente ¿entonces hay una sola verdad? Estamos presos de nuestra única manera de ver las cosas, nada es ni blanco ni negro, todo depende.
Es muy curioso, pero en la mayoría de las discusiones todos y nadie tienen razón. Atorranta, bueno, malo, traidor, confiable o mentiroso ¿se puede decir que alguien sea de una manera o de otra?
Si vemos las cosas siempre desde el cristal de nuestra historia, de nuestros traumas ¿se puede confiar en nuestros ojos? Cambiar el punto de vista, de eso se trata todo.
Un punto de vista es solo eso, una manera de ver las cosas. Ni la única, ni la mejor, ni la acertada.
Cuando no queremos ver la realidad preferimos ver lo que queremos ver. Defendemos con uñas y dientes un punto de vista falso. Un punto de vista que borra nuestros errores.
Estamos presos de un único punto de vista, vemos y leemos todo desde lo que nos marcó. Crecer es poder considerar las cosas desde otro punto de vista, nuevo, distinto.
La mirada que importa es la nuestra, lo que ven los demás es irrelevante, son apenas puntos de vista.
Desde nuestro punto de vista nunca podemos ver el todo, solo se ve una parte, por eso todo depende de según como se mire.
Generalmente cuando me despierto, no recuerdo por qué lloré tanto y cuando logro saber porqué, aún no lo entiendo.
No puedo ponerme en mis propios zapatos. Como si esa noche de sueños rotos me hubiera borrado todo registro de empatía conmigo misma.
Al despertar la pena aparece reducida y hasta minimizada.